White lightnin’ es de ese tipo de películas que por alguna extraña razón permanecen en las tinieblas. De su existencia, pocos saben…(y eso que actúa la Princesa Leia) Ha quedado renegada en un recóndito rincón para no ser vista jamás. Pero nadie me sacará de la cabeza que si esta película hubiera sido en colores hoy sería de culto.
La historia transcurre en el corazón del Estados Unidos sureño. En donde la gente es más bestia que gente, y el progreso y el sueño americano ni siquiera son bosquejos. Son remplazadas por rifles, drogas, música country y alcohol. Nada más importa. Un submundo campesino. Yankee. De excesos y botellas rotas. Motos, tatuajes y carreteras. Banjos, bares y el característico baile tap.

Nuestro protagonista Jesco White nació y creció en este ambiente. hijo del mejor bailador de tap del sector, a temprana edad cayó en la adicción a la gasolina por lo que terminaría en un hospital psiquiátrico. Ya mayor y una vez de alta, la vida de Jesco comenzará a desenvolverse en una vorágine que no pareciera tener tope.
Lo que consigue White lightnin’ es reproducir la violencia de un adicto a la gasolina de manera biográfica desde esa perspectiva alterada -si se le quiere dañada- por el mismo combustible por lo que no es de extrañarse que la película resulte demoníaca, ultravioleta, provocadora e incluso de mal gusto para cierto tipo de público.
White Lightnin’ cautiva de primeras. Causa encanto por esa parsimonia violenta con la que se aborda. Y por su buena fotografía que a ratos regala calidez y a ratos sus efectos de sonidos invitan a la esquizofrénia. Sin duda ambos elementos hacen de la película un apuesta digna de verse al darle intensidad y pánico, respectivamente.




Me llevé una grata sorpresa con White lightin’ no solo por tener una historia con la suficiente potencia en el relato que no permite despegarse, sino además la narración en si resulta atractiva: una voz en off en negro que pretende darle un aire como de película biográfica pero consiguiendo casi con malicia una atmósfera penumbrosa en la cual todo puede ocurrir.
Puedo asegurar que el final no dejará a nadie indiferente. ¡Qué final! La cantidad de delirio fascina.Solo comparable a esos extraordinarios trhillers coreanos como Oldboy o I saw the devil
Saca aplausos y recomendadísima